Afganistán: de lo impredecible a lo inevitable

Reflexiones y lecciones luego de dos décadas de conflicto
Por Eloy Duckardt

Incluso con más tropas y mejores tácticas, el ejército estadounidense no puede derrotar decisivamente a los talibanes, porque es una fuerza guerrillera en la sombra que siempre puede desvanecerse y volver a luchar otro día. John Mearsheimer, 2009.

                  Los recientes sucesos en Afganistán ponen de relieve la crisis de estabilidad en Medio Oriente, como un proceso que comenzó hace por lo menos 40 años con la invasión Rusa, y con un final abierto poco predecible. Y aunque la historia del país es conflictiva – debido a ocupaciones británicas, soviéticas e inclusive cuestiones internas que incluyen gobiernos talibanes previos – la experiencia de ocupación estadounidense que finalizó nos permite observar las particularidades del propio Afganistán, especialmente los talibanes y el rol que ocupo Estados Unidos en relación a ellos. 

                  El presente artículo describirá brevemente la situación previa a la ocupación del territorio por los Estados Unidos, junto a las motivaciones que llevaron a una presencia de 20 años en Afganistán. Asimismo, se observará el Acuerdo de Paz firmado con los talibanes como disparador de los acontecimientos más recientes y se relacionará al mismo con una cronología de dichos acontecimientos, teniendo la retirada de tropas como eje. Por último, se enunciarán algunos aspectos del muy importante documento oficial publicado por la Oficina del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR por sus siglas en inglés) acerca de las lecciones que Estados Unidos debe aprender luego de 20 años en la región; con el objetivo de comprender de la manera más acabada posible los sucesos que se dieron y se están dando en Afganistán. 

                  Finalmente, en la conclusión, se expresarán reflexiones que a la luz de la información y datos vertidos nos permitirán abordar una comprensión – seguramente parcial al ser una temática tan amplia y profunda – sobre los recientes sucesos en Afganistán. Para ello haremos uso también de algunos conceptos de John Mearsheimer y Stephen Walt, autores de la teoría realista estructural, ofensiva y defensiva respectivamente, quienes desde un principio de la campaña estadounidense en Medio Oriente del 2001/02 expresaron sus críticas acerca de la conveniencia de ir a una guerra que, en aquel momento, pocos predecían de tan larga duración; incluyendo una ocupación y permanencia en el territorio por dos décadas. 

2001 – 2021: dos largas décadas en el desierto

                  El atentado al World Trade Center del 11 de septiembre de 2001 marcó el inicio de dos largas décadas de intervención militar en Medio Oriente por parte de Estados Unidos, que va finalizando desde hace algunas semanas con la retirada total de sus tropas y los eventos que se puedan suceder.

                  Sin perjuicio de ello, la historia de Afganistán hasta ese punto estuvo marcada por 23 años de conflicto constante que desgastaron completamente a la población e instituciones del país. A raíz de los recientes hechos, la Oficina del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán publicó un documento oficial titulado “What we need to learn: lessons from twenty years of Afghanistan Reconstruction”. Allí, señala la situación en la que se encontraba el país previo a la llegada de Estados Unidos. El ex embajador Ryan Crooker, quien abrió la embajada en 2002 describía:

“El presidente interino Hamid Karzai no tenía autoridad real ni nada con qué trabajar, sin ejército, sin policía, sin servicio civil, sin sociedad en funcionamiento. El PIB per cápita de Afganistán fue el cuarto peor del mundo. Las necesidades humanitarias, de reconstrucción y de desarrollo de Afganistán eran inmensas. Su economía estaba en un estado de colapso, su infraestructura destruida, sus instituciones estatales formales severamente debilitadas o inexistentes, y sus indicadores sociales dentro de los peores del mundo.”

                  Por otro lado, el informe también señala algunos datos básicos de la situación en que se encontraba Afganistán luego de seis años de gobierno talibán (1996-2001) utilizando indicadores que universalmente, pero por sobre todo en el mundo occidental, hacen a la calidad de vida y la libertad de la que gozan las personas. Por ejemplo, se hace hincapié en que los afganos no tenían acceso a elecciones libres, ni experiencia o administración sobre ellas. Tampoco existía la libertad de expresión ni los medios de comunicación independientes. Respecto de datos demográficos y educativos, la expectativa de vida se encontraba en 56 años – más baja que el 83% del mundo – y la tasa de mortalidad infantil hasta los cinco años se encontraba en el 15% más bajo de los países del mundo. Las mujeres y niñas tenían prohibida la educación y ser consideradas como fuerza laboral. Sólo el 21% de los niños elegibles estaban matriculados en la escuela primaria, y el 69% de hombres y niños eran analfabetos, junto a un 82% de mujeres y niñas (SIGAR-21-46-LL, 2021). La crisis en la que estaba sumergida el país era palpable por donde se la mire.

                  Los objetivos militares de Estados Unidos terminaron por conjugarse con una reconstrucción de Afganistán, pero más que nada con una reconstrucción de su sociedad y sus instituciones. Es importante señalar que para lograr esto, los objetivos militares eran condición sine qua non para cumplir con semejante tarea propuesta. Vencer y expulsar a los talibanes del territorio, controlar la insurgencia, eliminar los grupos terroristas como Al Qaeda y evitar que los mismos u otros grupos puedan asentarse en el territorio y usarlo de base para futuros atentados, y el asesinato de Osama Bin Laden, fueron algunos de los hitos y objetivos militares que justificaron la presencia del país norteamericano durante 20 años allí, aunque con la convicción equivocada – según la experiencia de la Doctrina Powell (Walt, S. 2018)– de que una vez cumplido todo ello, las tropas volverían a casa. 

                  El resultado de esas dos décadas, según cifras de SIGAR, fue de $145 mil millones de dólares de contribuyentes norteamericanos que, entre otras cosas, se destinaron a: 

  • Capacitar, equipar y pagar los salarios de soldados afganos y policía;
  • Educar a más afganos, en particular niñas y mujeres, dotando de personal y equipando escuelas;
  • Reintegrar nuevamente a la sociedad decenas de miles de combatientes armados;
  • Desarrollar el sector privado y crear un entorno que atraiga a extranjeros y empresas nacionales para operar en Afganistán;
  • Reducir la corrupción desenfrenada en el gobierno afgano;
  • Reducir el cultivo y el comercio de amapola;
  • Mejorar la calidad y accesibilidad de la atención médica;
  • Capacitar y empoderar a los funcionarios afganos para que mantengan los esfuerzos antes mencionados luego de que los Estados Unidos se retiren.

                  El Departamento de Defensa (DOD por sus siglas en inglés) también gastó $837 mil millones de dólares en guerras, durante las cuales 2.443 soldados estadounidenses y 1.144 soldados aliados han muerto y 20.666 fueron heridos. Por el lado afgano, 66.000 soldados perdieron la vida, más de 48.000 civiles han muerto y al menos 75.000 han resultado heridos desde 2001, ambas probablemente subestimaciones significativas (SIGAR-21-46-LL, 2021).

Acuerdo de paz entre EE.UU. y los Talibanes: el gobierno afgano como menú y la sucesión de hechos inevitables. 

                  Exactamente lo que no deja de sorprender a diversos analistas internacionales es la facilidad y rapidez con la que el gobierno afgano cayó y, así mismo, cómo los Talibanes fueron apoderándose del territorio del país en tan poco tiempo. Surgen diversas dudas en cuanto a la solidez del trabajo de Estados Unidos a lo largo de todo este tiempo, si la información de inteligencia era correcta respecto de en cuanto tiempo se podría producir la caída – lo que tenía implicancia directa en la manera que se abandonaría el país – y  en relación a ello, la información disponible sobre las capacidades del talibán tanto de su posible accionar para la toma del poder, como de la legitimidad que contaba dentro de la población afgana. 

                  El acuerdo de paz firmado en febrero de 2020 en la ciudad de Doha, bajo la administración de Donald Trump, muestra que la cuestión “inevitable” del asunto radica en que ya se sabía de antemano que la retirada efectivamente se produciría, pero quizás no de la manera en que sucedió.  Dicho acuerdo está formado por cuatro partes:

1. Prevención del uso, para cualquier grupo o individuo, del territorio de Afganistán en contra de la seguridad de Estados Unidos y sus aliados.

2. Calendarización para el retiro de tropas del territorio. 

3. Establecimiento de un dialogo o negociación “intra-afgana” para la formación del gobierno post asentamiento.

4. Alto de fuego permanente. Modalidad y fecha de ese alto al fuego, junto con los mecanismos para alcanzar un completo acuerdo para el futuro del camino político de Afganistán. 

                  Luego el acuerdo se explaya con más profundidad sobre los puntos anteriores, haciendo que los mismos se retroalimenten y sean condición necesaria para la posterior voluntad estadounidense de cooperar económicamente con la reconstrucción del nuevo gobierno determinado por dichas negociaciones, sin intervenir en asuntos internos.

                  Pasó más de un año y medio desde el acuerdo, hasta que el día 15 de agosto de 2021 se dio el suceso y la foto más icónica de la retirada: un helicóptero Chinook de la fuerza aérea de Estados Unidos vuela sobre la embajada evacuando a su personal. La historia vuelve a decir presente y la comparación con la foto en Saigón de 1975 es inevitable. La situación escalaba habiendo tomado impulso desde las zonas rurales y el interior del territorio afgano. La evacuación era un hecho, y las formas ya importaban muy poco. 

Fuente: Council on Foreign Relations. “Biden’s 9/11 Withdrawal from Afghanistan: What to Know”, en The Long War Journal.

Desprolija retirada: breve cronología

                  Como dijimos anteriormente, la rápida caída del gobierno afgano y la ciudad de Kabul, sumado al efectivo y veloz avance de los talibanes en todo el territorio afgano – ilustrado en el grafico anterior – a medida que las tropas estadounidenses y de la OTAN se iban retirando, dejo atónitos a más de un analista internacional, decision-makers de los países ocupantes y la prensa internacional. David Zucchino, periodista estadunidense especializado en Medio Oriente, y en cubrir Afganistán, plasmó en una nota del New York Times International Weekly una breve cronología de los hechos sucedidos de primera mano, a raíz del anuncio de Joe Biden en abril de este año poniendo en calendario la retirada de tropas el 11 de septiembre para el 20° aniversario del atentado al WTC.

Allí menciona que, durante el verano, la campaña militar de los talibanes forzó la rendición de las fuerzas afganas, iniciando la retirada general. Se abandonaron decenas de puestos de control y bases militares, inclusive armas y equipos – incluidos equipamientos estadounidenses. Cuando Kunduz cayó, el 8 de agosto, los talibanes establecieron sus propios puestos de control y buscaron, puerta por puerta, a los funcionarios públicos. Las amenazas para que retornen a sus puestos de trabajo y no se desintegre el funcionamiento del Estado, sumado a la imposición de las nuevas reglas talibanes ya eran una realidad cotidiana. Al mismo tiempo, a lo largo y ancho de todo el país, se filmó la rendición y entrega del poder por parte de los funcionarios afganos a los líderes talibanes.

                  Con la huida del presidente afgano y la toma del palacio presidencial, la evacuación de Kabul se intensificó. Para el 30 de agosto, Estados Unidos ya había evacuado del país unas 122.300 personas, actividad que había comenzado a realizar desde finales de julio; completando unas 1200 evacuaciones a un ritmo de un avión C-17 cada 20 minutos, según un comunicado de la Casa Blanca. Personal militar, de inteligencia, civiles estadounidenses y afganos, colaboradores con todo el sistema que funcionó durante la ocupación, contratistas, mujeres, niños y hasta animales fueron evacuados del país ante el miedo a represalias por parte del talibán y la imposición de la sharia. Aliados de la OTAN también realizaron operaciones de similar magnitud, en un marco de escalada de violencia alrededor del aeropuerto que incluyó un ataque terrorista de ISIS-K, en el cual murieron 169 afganos y 13 militares estadounidenses.

                  Los cuestionamientos sobre la manera en que Estados Unidos y la OTAN se retiraron del territorio luego de 20 años son diversos, lo que no se ha puesto en discusión es la conveniencia de que esa retirada se efectivice. Seguramente varias lecciones se aprenderán de la experiencia de los últimos días, pero aún más importante son las arrojadas luego de dos décadas en el país. El informe de SIGAR pretende mostrar hacia la administración estadounidense, pero también hacia el mundo, cuáles son esas lecciones, las evaluaciones y el camino que la administración política actual y futuras deberán seguir para no cometer los mismos errores y ser más asertivos.

Lecciones luego de 20 años de reconstrucción en Afganistán                  

El informe de SIGAR sobre las lecciones que Estados Unidos debe aprender luego de 20 años en Afganistán, cobra una relevancia elevada a la luz de los recientes sucesos. Desde el punto de vista del mismo, la oficina tiene la autoridad para mirar todo el esfuerzo de reconstrucción de $145 mil millones dólares, lo que la pone en una posición única para identificar y abordar las lecciones de todo el gobierno. Así mismo, pretenden a través del informe llegar a una audiencia diversa en los poderes legislativo y ejecutivo, a nivel estratégico y programático, tanto en Washington como en el campo. Utilizando su mandato interinstitucional único, poseen la intención de hacer todo lo posible para asegurar de que se identifiquen y apliquen las lecciones del esfuerzo de reconstrucción más ambicioso en la historia de Estados Unidos, no solo en Afganistán, sino en futuros conflictos y esfuerzos de reconstrucción en otras partes del mundo.

                  Dos puntos importantes sobre lo dicho hasta ahora: el primero es que el informe apunta a recoger las lecciones luego de 20 años de – intentar – una reconstrucción de Afganistán, para no repetir errores en futuras intervenciones. El segundo, que deriva del primero, la retirada del país no implica un des involucramiento total. El acuerdo de paz explícitamente dice, en uno de sus apartados, que busca “cooperar económicamente con la reconstrucción del nuevo gobierno post asentamiento”. Para ello, el informe de SIGAR también expresa que “la administración de Biden ha solicitado más de $ 3 mil millones para la reconstrucción de Afganistán en el próximo año”. Todo esto tiene que ver con un enfoque distinto de la política exterior estadounidense hacia Medio Oriente, que ya venía siendo reclamado por parte de la sociedad y especialistas como John Mearsheimer, quien directamente consideraba una distracción al asunto respecto de un problema para la seguridad más importante: China; y con un necesario proceso de accountability respecto de lo sucedido en Afganistán, la cual es muy criticada por Stephen Walt. 

                  Volviendo al contenido del informe SIGAR, precisamente son siete las lecciones a tener en cuenta que se destacan:

1. Estrategia: El gobierno de EE. UU. Luchó continuamente para desarrollar e implementar una estrategia coherente para lo que esperaba lograr.

2. Cronogramas: el gobierno de EE. UU. Subestimó constantemente la cantidad del tiempo necesario para reconstruir Afganistán, y creó plazos poco realistas y expectativas que priorizaron el gasto rápidamente. Estas opciones aumentaron corrupción y redujo la eficacia de los programas.

3. Sostenibilidad: muchas de las instituciones y proyectos de infraestructura que construyó Estados Unidos no eran sostenibles. 

4. Personal: Políticas contraproducentes de personal civil y militar y las prácticas hacia ellos frustraron el esfuerzo.

5. Inseguridad: La inseguridad persistente socavó gravemente los esfuerzos de reconstrucción.

6. Contexto: el gobierno de Estados Unidos no entendió el contexto afgano y, por lo tanto, no adaptó sus esfuerzos en consecuencia.

7. Monitoreo y evaluación: las agencias gubernamentales de EE. UU. pueden fallar en la realización de seguimiento y evaluación para comprender el impacto de sus esfuerzos.

Estas lecciones surgen por una necesidad explícita de Estados Unidos de comprender qué fue lo que ocurrió en Afganistán durante estos 20 años, para estar preparados para futuras intervenciones que conlleven tanto una ocupación, o una reconstrucción total del país donde se encuentren.  Dentro de las múltiples razones para desarrollar estas capacidades y prepararse para misiones de reconstrucción en países afectados por conflictos, se encuentra que:

1. Son muy caras. Por ejemplo, todos los costos relacionados con los esfuerzos estadounidenses para la guerra en Afganistán, Irak y Pakistán durante las últimas dos décadas se estiman en $ 6,4 billones.

2. El reconocimiento generalizado de que fracase no ha impedido que los funcionarios estadounidenses sigan persiguiendo este tipo de intervenciones.

3. La reconstrucción de países sumidos en un conflicto es en realidad un esfuerzo continuo de EE. UU., reflejado por los esfuerzos en los Balcanes y Haití y los esfuerzos más pequeños actualmente en curso en Malí, Burkina Faso, Somalia, Yemen, Ucrania y otros lugares.

4. Las grandes campañas de reconstrucción suelen comenzar de forma pequeña, por lo que no sería difícil para que los EE. UU. vuelvan a deslizarse por esta pendiente en otro lugar y el resultado pueda ser similar al de Afganistán.

                  De la autocrítica, el análisis riguroso y toma de conciencia, en un proceso continuo de aprendizaje, es que el gobierno de Estados Unidos encara con la seriedad necesaria el período de post ocupación. Las críticas, como veremos en la conclusión, pueden ser varias y diversas, pero realmente no existe otro país en el mundo que posea la capacidad y la determinación para llevar adelante semejante propósito a lo largo de dos décadas. 

                  Para resaltar, y por último, SIGAR identificó algunas contradicciones que se fueron encontrando en el camino hacia la reconstrucción de Afganistán. Ellas marcan no solo el nivel de autocrítica y toma de conciencia mencionados anteriormente sino también la voluntad de mostrar hacia el mundo y dejar bien en claro que la tarea no era para nada sencilla, resultando los objetivos a menudo operacionalmente imprácticos o conceptualmente incoherentes. Entre algunas de ellas podemos señalar:

  •  la tarea de erradicar la corrupción era muy difícil tratando de, al mismo tiempo, reactivar la economía inyectando miles de millones de dólares; 
  • reconstruir las fuerzas de seguridad afganas para que tengan una ventaja competitiva respecto de los talibanes con el desafío de limitar los equipos y habilidades que luego podrían volverse en una amenaza;
  • construir un proceso electoral creíble desde cero en un país sin tradición democrática ni respeto por las libertades políticas, pero también respetar la soberanía afgana;
  • empoderar a las mujeres para que sean más educadas y económicamente independientes, pero también ser culturalmente sensible, y respetar las tradiciones afganas y su religión.

Un final abierto

                  Los sucesos de los últimos meses no son más que un reflejo intensificado de lo que fueron los últimos 20 años en el país. La inestabilidad con la que ya contaba Afganistán previo a la llegada de Estados Unidos solo le agregó un capítulo que ha quedado muy bien registrado por las nuevas tecnologías y medios de comunicación. En un mundo que avanzaba hacia una mayor libertad económica, prosperidad y salida de la pobreza para millones, estabilidad, educación y salud, Afganistán – como gran parte de Medio Oriente – estaba sumergido en un círculo vicioso de desintegración de todas sus variables, de su estructura social básica, de sus instituciones y su economía. 

                  Luego de dos décadas de ocupación estadounidense en el territorio varios de esos indicadores mejoraron en PBI per cápita, niveles de educación y acceso a la misma para mujeres y niñas, ocupación de fuerza laboral también para mujeres, con un gobierno institucional que permitía un básico ejercicio de la vida en democracia. Hoy todo ello termina por colapsar, y también por plantar incertidumbre acerca de si se podrá mantener y de qué manera. Mientras mucha de la atención se centró en el “cómo” se retiraba EE.UU. del país, analizar las circunstancias previas de ello es una parte del análisis imposible de soslayar. Y más allá de que las voces son diversas, resuenan más fuerte aquellas que desde hace mucho tiempo, quizás desde un principio, cuestionaron la conveniencia de sumergirse en un conflicto – en aquel momento de corta duración – en la región. La expansión del liberalismo en el sistema internacional, tanto en su vertiente política como económica, presupuso que la implantación de sus modelos podía ser adaptable a cualquier país o región. John Mearsheimer, profesor de la Universidad de Chicago, y Stephen Walt, profesor de la Universidad de Harvard, habían tenido sus recaudos a comienzo del conflicto. Para el mundo académico es de público conocimiento que Mearsheimer le atribuía a la campaña en Medio Oriente un elemento de distracción de la política exterior estadounidense respecto del principal problema de seguridad que el país se enfrentará en las próximas décadas: el ascenso de China. 

                  Citado en la frase inicial, el autor ya en 2009 nos decía que “incluso si el ejército de los Estados Unidos pacifica Afganistán, Al Qaeda todavía tendrá su santuario de al lado en Pakistán” (Mearsheimer, J. 2014). Y para culminar categóricamente expresaba que: 

La verdadera clave para prevenir otro 11-S es que Estados Unidos trabaje de cerca con otros gobiernos para monitorear a Al Qaeda y arrestar a los terroristas antes de que ataquen. La inteligencia oportuna y el trabajo policial sólido son las principales razones por las que no ha habido otro ataque a la patria estadounidense. La guerra en Afganistán ha hecho poco para hacer que los estadounidenses están más seguros en casa, y prolongarlo tampoco lo haráHa sido una mala guerra desde el principio y lo será hasta el amargo final” (Mearsheimer, J., 2009).

                  Stephen Walt en su libro “The Hell of Good Intentions”, ensaya una crítica general al establishment que configura la política exterior estadounidense – y la expansión que los mismos promueven del régimen liberal – y en un punto hace foco sobre las lecciones no aprendidas de la Doctrina Powell luego de la guerra de Vietnam. Las campañas contra la insurgencia en el país del sudeste asiático fueron olvidadas a medida que pasó el tiempo, las nuevas tecnologías y doctrinas se introdujeron en las fuerzas armadas norteamericanas dando lugar a nuevos paradigmas que permitieron dejar de lado esa restricción de la Doctrina Powell de que Estados Unidos solo intervendría cuando hubiera intereses vitales en riesgo. El ejemplo más claro de ello es que cuando, luego de expulsar al talibán de Afganistán en 2001, los oficiales superiores de las fuerzas militares se convencieron de que con la combinación de fuerzas especiales, munición guiada por precisión y el manejo de altas tecnologías de la información iba a permitir al país derrotar a sus enemigos rápidamente y sin costo, evitando las ocupaciones. Pero como ya sabemos, la doctrina fue dejada de lado dando lugar a nuevos compromisos militares de larga duración tanto en Afganistán como en Irak (Walt, 2018).

                  Saliendo de las críticas que tienen que ver con la permanencia en el territorio, algunas de las situaciones que más han generado críticas tienen que ver con la retirada en sí, y con la imagen que dicha situación genera sobre la reputación del país norteamericano en el sistema internacional – en el marco de la creciente competencia estratégica con China y el juego geopolítico con Rusia. Se apunta firmemente al nivel de desinteligencia respecto de la situación y capacidad de los talibanes, la incertidumbre en la que queda sumergida la sociedad afgana en relación a sus derechos y libertades individuales – sobre todo mujeres y niños – ante la intención del talibán de establecer la sharia. Dentro del capítulo militar, el abandono de cientos de equipos y miles de armas y municiones despierta críticas respecto de las capacidades ahora aumentadas del talibán, y de la inteligencia reversa que sus aliados – Rusia y China quizás – puedan hacer de todo ese material. Las anteriores críticas solapan y alimentan aquellas que tienen que ver con la pretensión de establecer una imagen desgastada de Estados Unidos respecto de su capacidad militar y de intervención en todo el globo, haciéndose eco de la percepción de que la potencia norteamericana está en declive. 

Fuente: Times and The Sunday Times en base a datos de SIGAR y el US Government Accounting Office (GAO).

En el marco de una competencia estratégica con China y el ya conocido juego geopolítico con Rusia, Stephen Walt salió a defender la retirada de Afganistán aludiendo que la misma no afectará la credibilidad de Estados Unidos. Se basa en tres razones: la primera tiene que ver con la asertividad que Estados Unidos gana a la hora de retirarse de allí y enfocar esos recursos en conflictos o regiones del mundo que impliquen una amenaza seria a sus intereses vitales. La segunda tiene que ver con la historia: luego de la derrota en Vietnam la OTAN no colapsó y ninguno de sus socios y aliados se realinearon automáticamente con la Unión Soviética; al contrario, el bloque soviético colapsó 14 años después de la retirada de Saigón. En tercer lugar, el autor considera que las élites de los países que dependen de la protección de Estados Unidos usualmente cuestionan su confiabilidad para que luego Washington destine más recursos en su defensa. 

                  El final abierto que se abre en el horizonte puede prever una posición más pragmática de Estados Unidos sobre Afganistán y los talibanes. La asertividad que la potencia norteamericana precisa para encarar los nuevos conflictos y escenarios que se le presentan en el siglo XXI – China inclusive – tienen como condición dejar de lado conflictos interminables en regiones del mundo que no son de relevancia para la seguridad nacional, ser más pragmáticos y utilizar diversos mecanismos con soft power para sus relaciones con el mundo – incluyendo estrategias de balance y buckpassing (Mearsheimer, J., 2014) – si es que pretende encontrar resultados en el mediano plazo, y aprender de las lecciones que estas dos décadas de conflicto han dejado, como el informe de SIGAR muestra, para poder retroalimentar lo anteriormente dicho, pero por sobre todo no cometer los mismos errores del pasado. 

Referencias y bibliografía:

Agreement for Bringing Peace to Afghanistan between the Islamic Emirate of Afghanistan which is not recognized by the United States as a state and is known as the Taliban and the United States of America. Doha, febrero 29, 2020. Departamento de Estado de los Estados Unidoshttps://www.state.gov/wp-content/uploads/2020/02/Agreement-For-Bringing-Peace-to-Afghanistan-02.29.20.pdf

BBC Mundo. (17 de Agosto de 2021) “Acuerdo de Doha: el pacto firmado entre el gobierno de Trump y los talibanes y por qué fue clave para que los islamistas recuperen el poder”. Diario La Nación. https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/acuerdo-de-doha-el-pacto-firmado-entre-el-gobierno-de-trump-y-el-taliban-y-por-que-fue-clave-para-nid17082021/

Boot, M. (14 de Abril de 2021). “Biden’s 9/11 Withdrawal From Afghanistan: What to Know”. Council on Foreign Relations. https://www.cfr.org/in-brief/biden-afghanistan-troop-withdrawal-september-11

Foreign Affairs. (22 de Junio de 2021) “Tiene Washington derecho a salir de Afganistán?” Encuesta a expertos. Foreign Affairs.https://www.foreignaffairs.com/ask-the-experts/2021-06-22/washington-right-leave-afghanistan

Haas, R. (15 de Agosto de 2021). “America’s Withdrawal of Choice”. Project Syndicate, en Council on Foreign Relations. https://www.cfr.org/article/americas-withdrawal-choice

Laborie Iglesias, M. A. (2012). Informe sobre el progreso hacia la seguridad y la estabilidad en Afganistán. Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE). http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2012/DIEEEA01-2012ProgresoAfganistan_M._Laborie.pdf

Lynch, C. y Gramer R. (2 de Septiembre de 2021). “China, Russia Look to Outflank U.S. in Afghanistan”. Foreign Policy. https://foreignpolicy.com/2021/09/02/afghanistan-withdrawal-china-russia-outflank-geopolitics-united-nations/

Kupchan, C. (21 de Agosto de 2021). “Biden tenía razón”. Diario Perfil. https://www.perfil.com/noticias/opinion/biden-tenia-razon.phtml

Mearsheimer, J. 2014. “The Tragedy of Great Power Politics”. Norton & Company. Nueva York.

Mearsheimer, J. (5 de Diciembre de 2009). “Afghanistan: No more the good war”. Newsweek. https://www.mearsheimer.com/wp-content/uploads/2019/06/AfghanistanJJM.pdf

Pandey, V. y Nazmi, S. (1 de Septiembre de 2021) “Afganistán: el inmenso armamento de EE.UU. que ahora está en manos del Talibán”. BBC News. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-58385765

SIGAR, What we need to learn: Lessons from twenty years of Afghanistan reconstruction, SIGAR 21-46-LL, Agosto 2021. Recuperado de: https://www.sigar.mil/pdf/lessonslearned/SIGAR-21-46-LL.pdf

Sopko, J. “What we need to learn: Lessons from twenty years of Afghanistan reconstruction”. Special Inspector General for Afghanistan Reconstruction Office (SIGAR). Estados Unidos, 2021.

Shanahan, R. (16 de Agosto de 2021). “Afganistán: el momento adecuado para irse”. Lowy Institute, en The Interpreter. https://www.lowyinstitute.org/the-interpreter/afghanistan-right-time-leave

Walt, S. (21 de Agosto de 2021). “Afganistán no ha dañado la credibilidad de Estados Unidos”. Foreign Policy. https://foreignpolicy.com/2021/08/21/afghanistan-hasnt-damaged-u-s-credibility/

Walt, S. 2018. “The Hell of Good Intentions”. Farrar, Straus and Giroux. Nueva York.

Zucchino, D (19 de agosto de 2021). “Si no se rinden los vamos a matar’: la estrategia de los talibanes en Afganistán”. New York Times. Recuperado de: https://www.nytimes.com/es/2021/08/19/espanol/talibanes-afganistan-estrategia.html