Damián Regalini visitó la Escuela de Gobierno 2021

“La matriz productiva es lo que genera la competitividad sistémica de las empresas. A partir de ella podemos definir si una empresa es competitiva o no. Después, puertas adentro de esas empresas, los empresarios y los trabajadores seremos más o menos eficientes, más o menos inteligentes, para aprovechar esas condiciones sistémicas que se generan en la matriz productiva de un país”, afirmó el empresario textil Damián Regalini en el inicio de la charla organizada por la Escuela de Gobierno del Instituto IDEAS, dentro del ciclo “Sistema productivo argentino – Economías Nacionales” en el que abordó específicamente el tema “matriz productiva”.

Regalini, quien se define como un militante industrial, agregó que “a partir de este concepto de matriz productiva, lo primero que tengo para decir es que en nuestro país esa estructura está muy debilitada, muy dañada. Los golpes que recibió, y que recibe, datan de décadas atrás. Para algunos sólo hubo matriz productiva en el peronismo de Perón, porque entienden que nunca hubo una fuerza con voluntad política, a lo largo de la historia argentina, con la voluntad firme de transformar la estructura económica en una verdadera plataforma industrial que busque el desarrollo económico. Algunos teóricos pueden sumar a Frondizi, otros al kirchnerismo, pero eso es parte de otro debate”.

El actual presidente de la Cámara Argentina de Fabricantes de Medias entiende que “Argentina tiene una cuenta pendiente con el perfilamiento de la matriz productiva orientada hacia el desarrollo y hacia la industrialización. El síntoma más visible de que la matriz está dañada es que la industria, el sector productivo privado, trabaja con el sector bancario que menos dinero pone a disposición de los privados en toda Latinoamérica, y en buena parte del mundo. En la Argentina los bancos le prestan muy poca plata, de la que tienen a disposición para hacer negocios, al sector privado, a las empresas, a las Pymes grandes, medianas y chicas”. 

Profundizando en el tema sostuvo que “el sistema bancario y financiero en nuestro país está mal acostumbrado a hacer negocios con el Estado, a comprar bonos, a lo que vimos de manera exacerbada durante el macrismo y que aún perdura, lamentablemente, aunque en una dimensión muy menor. Es una práctica de larga data el hacer negocios con el Estado y no con el sector productivo. Tal vez se haya consolidado en los 70 con la dictadura de Martínez de Hoz, que también es para otro debate. En concreto, los que estamos en una empresa industrial o en un comercio, en la Argentina, no tenemos buen crédito, no tenemos crédito suficiente ni barato. Eso dificulta, entre otras cosas, ser competitivo a la hora de exportar. También dificulta realizar inversiones, modernizarse, etcétera”. 

Regalini, que además es miembro de la Fundación Proteger, puso énfasis en que otro síntoma en que la matriz está dañada es que “Argentina carece de una estructura impositiva que premie a la generación de empleo, la generación de valor agregado, la generación de exportaciones. Muy por el contrario, tenemos un sistema impositivo que cada día es más duro, porque recarga todo el peso sobre las espaldas de cada vez menos gente. O sea, es un doble problema: uno es qué incentiva el sistema impositivo y otro la base imponible. Desde hace décadas venimos viviendo un proceso de exclusión social y económica muy fuerte. Millones de trabajadores cayeron en la precariedad, se reorganizaron en lo que conocemos como movimientos sociales. Eso hizo que la marginalidad haya sido un fenómeno emergente, y la economía informa ha crecido a niveles muy importantes. El deterioro de la calidad de vida y del poder adquisitivo de las personas también cayó mucho. Casi el 50% de nuestros compatriotas viven en esa economía informal, que paga muy pocos impuestos porque no puede. No estoy planteando con esto un desfinanciamiento del Estado, que siempre está rondando en la cuestión impositiva, para que realice políticas públicas, políticas sociales y políticas productivas. Lo que planteo es que hay una base imponible que recae sobre cada vez menos gente, creada no de manera virtuosa para quien produce, para quien genera valor agregado o trata de exportar, sino todo lo contrario. Hay impuestos totalmente distorsivos: Ingresos Brutos es el más emblemático”. 

El tercero de los síntomas, para Regalini, “es que el sistema judicial funciona de manera perversa para quienes generamos trabajo. Esto tiene múltiples facetas. Al problema de la Justicia en Argentina los empresarios lo sufrimos muy de cerca en lo que es la “mafia” que se ha montado en torno a los juicios laborales. El sistema judicial que hace negocios a partir del aprovechamiento de algunas lagunas del Derecho, que le permiten a estos intermediarios (Juzgados, abogados, secretarías de juzgados) hacer grandes negocios de la relación entre patrones y trabajadores. Eso generó una industria del juicio nefasta para los trabajadores y para los empresarios. El sistema judicial no ayuda a la producción en Argentina. Desde otro punto de vista, el famoso “lawfare”, la intervención de la Justicia para equilibrar la balanza política hacia el lado de un sector político que está francamente en contra del sector productivo, también forma parte del daño que tiene la matriz”.

Otro de los síntomas del daño, de acuerdo a la visión del empresario textil, es que “el crédito, además de ser caro y escaso, no tiene una repartija democrática entre todos los jugadores del sector productivo. Y eso de la democratización no se limita el tema de los créditos. También están las herramientas, los subsidios, el sistema de incentivos que el Estado otorga para los privados no circula democráticamente entre las empresas. No todos pueden acceder fácilmente a un crédito. Cuando digo todos me refiero a los sectores, las regiones, las provincias, los tamaños de empresas pueden acceder a los mejores créditos. Hay muchos trabajos al respecto. Siempre recuerdo uno de Martín Schorr, un investigador del Conicet especializado en matriz productiva, que deja una evidencia muy clara, con datos muy concretos, de esta distorsión en la repartija por parte del Estado hacia el sector privado de las escasas herramientas que nos ofrecen para que nos desarrollemos y podamos crecer”.

Regalini también sostiene que “la matriz también tiene un daño y un problema político-institucional muy fuerte, que no se puede soslayar. Y tiene que ver con la debilidad de lobby de los sectores productivos, del sector industrial y del sector de las Pymes en relación al lobby de otros sectores de la economía nacional. En Argentina, en términos económicos, hay cuatro lobbys fuertes: el de las finanzas; el de las empresas energéticas, mineras y de telecomunicaciones; el de los trabajadores y el de los trabajadores precarizados o movimientos sociales. Son mucho más fuertes que los del sector productivo, del sector industrial y del sector de las Pymes. Podemos identificar a distintos funcionarios, en distintos ministerios, que representan a esos cuatro lobbys. Se concentran en el Poder Ejecutivo lobistas de los dos primeros, y en el Legislativo de los otros dos. En el caso de los que producimos los podemos contar con los dedos de las manos. En el Congreso hay un representante de las Pymes (Eduardo Fernández). Tenemos una comunera en la Ciudad de Buenos Aires (Verónica Tenaglia), y nada más. No hay Pymes, no hay industriales en puestos claves de toma de decisión. Tal vez Ariel Schale, en la Secretaría de Industria, sea una excepción. Los otros sectores nos ganan por goleada. Si queremos corregir lo que entendemos que es un problema tenemos que tener una fortaleza institucional, una representación política”. 

Otra problemática pasa por lo político, institucional y cultural, que puede ser consecuencia de todo lo antes descripto. “Es claro que hay una hegemonía del discurso liberal o neoliberal en la Argentina y un gran desprestigio de la idea de la industria, de lo productivo. Es algo muy loco, una visión medieval, arcaica, pero en Argentina es muy fuerte ese discurso. Va de la mano con el alto poder de lobby que hablábamos antes. Es un problema cultural muy serio sobre el que habría que cuestionarse, habría que preguntarse por qué nunca hicimos un salto industrial, cómo puede ser que nunca hayamos hecho una economía primaria, para dejar de ser una economía pastoril. Cómo puede ser que nadie se pregunte eso y lo ponga en el centro del debate público. Siempre digo, a modo de ridiculización, cómo en la Argentina la Revolución Industrial parece no haber tenido lugar, con las consecuencias políticas y económicas que ella conllevó. Porque no fue sólo poner en movimiento una máquina. Fue empoderar políticamente a un sector social que permitió sostener que esas máquinas se desarrollen funcionando. Y que no permitió que venga un loco y las hiciera dejar de funcionar para dedicarse a la timba financiera. Nuestro gran desafío, de los que formamos parte de la gremial empresaria, de las Pymes y de la industria, es decidirnos a conformar un bloque político, de comunicación, en donde no sólo pidamos políticas que le den dinero a nuestros negocios hoy, sino que le den vida a largo plazo a nuestros negocios. Lo que muchos llaman políticas de desarrollo”, dijo Regalini.

Poniendo la mirada en el futuro, el empresario sostiene que “hay mucho por hacer, tenemos muchas alianzas por realizar. Nos hemos peleado muchas veces entre los grandes y los chicos, y veo que hay muchas cosas en común entre las Pymes y las grandes empresas. El macrismo nos dañó tanto que generó conciencia en ese sentido. Creo que en algunas gremiales tradicionales, como la UIA, hay una nueva generación de dirigentes que tienen las cosas claras, que saben que tienen que trabajar en política, que saben que tienen que comunicar, que saben de la importancia de trabajar gremialmente, que no les da lo mismo uno y otro. En el sector Pyme veo mucha efervescencia, mucha voluntad participativa, veo la aparición de la Mesa Nacional de Unidad Pyme como algo emblemático que unió a grupos que estaban dispersos. Sería bueno que esa efervescencia se canalice políticamente. Otra cosa que veo positiva es que, desde la política, más puntualmente desde el sector peronismo-kirchnerismo, hay un intento cada vez más creciente de acercarse al sector productivo. Falta un montón. Me dan ganas de seguir uniendo puntas, de seguir haciendo política porque me parece que ese es el camino. Por todo eso soy optimista”.

Antes de enfrentar la ronda de preguntas de los participantes, Regalini dijo que “en el corto plazo me parece que en la Argentina se han creado dos bloques antagónicos. Uno es enemigo de la industria, de la producción y del trabajo, y el otro claramente es amigo de esos tres sectores. Hay una diferenciación clara e indiscutible. Que un sector sea amigo no quiere decir que sea el mejor amigo. Significa, sí, que no nos va a clavar un puñal por la espalda. Nada más que eso. Los que hacemos política gremial empresaria tenemos, a mi juicio, que levantar la voz dentro de ese sector y decir que con esto no nos alcanza. Si seguimos así, si no hacemos reformar estructurales, vamos a lograr que el péndulo vuelva al otro lado. Con tirar leña al fuego no alcanza, después hay que hacer el asado, poner la parrilla a la altura justa y preparar bien la carne. No es prender el fuego y ya está. Si no cambiamos, nos vamos a volver a dar un palo. Y, como dicen los jóvenes, nos la vamos a poner en la pera”.