Integrar es la tarea

Por Santiago Novoa

Cuando frente a un dilema hay que elegir entre dos opciones debemos tener una seguridad, que estamos equivocados. EL conflicto de los subsidios en el AMBA nos plantea un problema semejante; damos vueltas en torno a la discusión de si quitar o mantener los subsidios a una red de transporte ineficaz y un servicio eléctrico deficiente aunque la solución no estará en esta dicotomía que nos mantiene en la decadencia.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires se ha conformado como un distrito comparativamente rico frente al aglomerado urbano que lo rodea. Los residentes porteños históricamente cuentan con mejores servicios públicos y un Estado más preparado que sus vecinos. Esta situación, producto de divisiones políticas arbitrarias, genera una desigualdad que debería estar en el centro de las propuestas para honrar el federalismo.

Más allá de en qué argumento resida la justicia en la discusión de los subsidios, la necesidad de austeridad y racionalidad en el gasto público nos lleva a quienes nos preocupamos en soluciones de largo plazo a pensar caminos superadores. El problema estructural representado por el exceso de demandas con respecto a las posibilidades de respuesta del Estado se contrasta con la realidad de la Ciudad de Buenos Aires. Las fronteras políticas artificiales se erigen como barreras de dignidad, donde no pretendo eximir de responsabilidad las gestiones gubernamentales pero realzo la importancia de ir más allá.

Estos supuestos nos permiten repensar la relación entre la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma o al menos entre sus límites comunes, en la búsqueda de una convivencia armónica y de mutuo beneficio.

Ahora bien, sinceramente dudo que estos factores sean parte del análisis realizado por quienes, sin medir consecuencias, plantean la reducción de partidas a un distrito por meros objetivos políticos. Del mismo grado de irresponsabilidad es la incitación a la división realizada por algunos funcionarios porteños que prefieren la victimización a las propuestas concretas.

Las desigualdades entre porteños y bonaerenses son manifiestas. La arbitrariedad en la división política y de beneficios fiscales del territorio está dada, al igual que las posibilidades para comenzar a solucionar sus consecuencias perjudiciales. La última reforma constitucional en su artículo 124 estableció que las regiones que pudieran crearse surgen de acuerdos entre estados subnacionales orientados a la mejora de políticas públicas y al logro de una administración más eficaz de sus recursos económicos, favoreciendo al desarrollo económico y social de la entidad territorial establecida; esto supone un replanteo de las relaciones económicas y políticas entre el Estado Nacional, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las Provincias a partir de un diseño novedoso de la organización interna del territorio argentino; abriendo una puerta a un mecanismo que apunta a robustecer el federalismo a la par de racionalizar el gasto público. Esta conformación de regiones posibilita la cooperación en áreas centrales de la gestión.

Iniciar un proceso de regionalización entre la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires en torno a sus distritos fronterizos puede ser un camino útil para honrar los recursos públicos mientras se atenúan las desigualdades sociales. Es visible la necesidad de cooperación en materia de medio ambiente, espacio público, servicios públicos como salud educación o seguridad y transporte, por citar sólo algunos ejemplos. Cada uno de estos ámbitos debe tener un abordaje particular y consensuado, reservado a sus necesidades.

El debate de soluciones para el conflicto federal que está en agenda debe contar con una propuesta de regionalización. No podemos dejar que la excusa de la crisis nos condene a la inacción crónica. La integración del bloque urbano responsable de la situación social más crítica del país es tanto urgente como importante. La discusión sobre subsidios pasará, las desigualdades y los problemas estructurales persistirán. Regionalizar en lugar de dividir; integrar es la tarea.