Ni desregulación ni más protección: el camino intermedio de la Reforma Laboral Argentina

por Facundo López

El pasado martes por la noche, el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires manifestó una opinión que dispararía a pocos días de las PASO el debate en torno a un tema que, si bien está implícito en la grieta ideológica argentina, no ha recibido un alto grado de atención de parte de los principales candidatos políticos: la reforma del mercado laboral.

Horacio Rodríguez Larreta se pronunció en contra del actual sistema de indemnizaciones, elogiando la posibilidad de expandir un sistema basado en un seguro de garantía: “Hay que tener en cuenta los trabajadores actuales y los millones y millones que hoy no consiguen un trabajo, porque nadie toma un empleado en Argentina con un sistema como este”. Con estos comentarios se avivó la grieta en torno a la controversial legislación laboral que desde el nacimiento del peronismo ha separado las recomendaciones de política económica en dos posturas antagónicas.

Desde la oposición fueron bienvenidas las posturas vinculadas con la flexibilización del empleo, sumando a los comentarios de Ricardo López Murphy, Martín Tetaz, e incluso Florencio Randazzo; desde el oficialismo, sin embargo, el mensaje fue rápidamente criticado. Mariano Recalde, senador nacional por la Ciudad de Buenos Aires, afirmó que las políticas flexibilizadoras “solo contribuyen a maximizar las ganancias empresariales a costa de los derechos de los trabajadores”. Fernanda Vallejos, diputada nacional por la provincia de Buenos Aires, invitó al jefe de gobierno de la Capital Federal a leer el artículo 14 bis de la Constitución Nacional, repudiando su desinterés por la situación laboral: “Que los trabajadores y trabajadoras te importan un pepino ya lo sabemos”.

Las críticas volvieron a dejar en claro que en las elecciones se disputan dos modelos de país: a los ojos del oficialismo, en tanto sus propuestas representan la defensa de la clase trabajadora, los intereses del principal partido opositor parecen querer beneficiar, en una especie de conflicto de suma cero, precisamente al empresariado.

En efecto, la flexibilización entendida como la dura desregulación del mercado laboral suele vincularse con una ofensiva de los empresarios contra los trabajadores, una lucha que en Argentina ha mutado hacia la clasificación generalizada de “antiperonismo” y “peronismo”. La perpetuación de aquellas condiciones que benefician a los trabajadores, en pocas palabras, depende de su capacidad para resistir el desmantelamiento de las instituciones que en cambio pueden perjudicar o limitar al capital. Los mecanismos vinculados con la negociación colectiva, la protección de empleo, se someten a la individualización del riesgo a favor de arreglos que imponen la disciplina del libre mercado en las relaciones laborales.

Pero esta mirada sobre la liberalización del mercado laboral, si bien oportuna en una elección que continúa premiando altamente la polarización, no es la única interpretación posible ni la más adecuada a la hora de construir políticas públicas e instituciones que promuevan la eficiencia económica a largo plazo, sobre todo por la resistencia que generaría en un país en el que los sindicatos poseen un fuerte poder de veto y la ideología política está dividida fuertemente en un clivaje de clases.

El objetivo, por lo tanto, está en conformar una coalición que articule determinados segmentos del trabajo organizado y de industrias potencialmente competitivas a nivel global a favor de instituciones mutuamente beneficiosas que intensifiquen la cooperación a favor del desarrollo de un núcleo manufacturero fuerte. Este núcleo estable podría generar intereses complementarios partiendo de la protección laboral que ya existe en Argentina: fuertes programas de capacitación para que los trabajadores adquieran las habilidades que necesitan las firmas, salarios mínimos elevados que desincentiven la competencia entre empresas por estas habilidades, así como una protección de empleo que permita a los trabajadores manufactureros mantener su seguridad laboral y a las compañías invertir en estrategias de largo plazo que le otorguen competitividad cooperando con los sindicatos del rubro. 

Fuera de esta alianza entre capital y trabajo, en cambio, podría regir el seguro de garantía de indemnización propuesto, con el cual, si bien los riesgos laborales estarían individualizados en mayor medida, los incentivos empresariales podrían ofrecer mayores oportunidades laborales en áreas vinculadas con servicios intensivos en trabajo. Por supuesto, otros sectores manufactureros podrían beneficiarse de estas medidas: en el rubro de la limpieza, por ejemplo, se ha visto que uno de los mayores temores que enfrentan las empresas es la amenaza de la industria del juicio, lo que genera fuerte desincentivos a la hora de contratar trabajadores (IDEAS, 2021). Sin embargo, en sectores manufactureros más intensivos en fuertes calificaciones específicas, productos de elevada calidad e innovación en grandes escalas, los arreglos mencionados en el párrafo anterior podrían ser más beneficiosos.

La resolución de la grieta requiere un acercamiento por parte de los principales representantes de cada bando político. En Argentina predomina una lógica de suma cero, en la que la desregulación total parece perjudicar a todos los trabajadores y el mantenimiento de la protección laboral parece erosionar los todos incentivos empresariales. Bajo estas dinámicas, una alianza resulta imposible.

El desarrollo de un núcleo manufacturero estable, no obstante, en el que se los intereses de sindicatos en determinados sectores y empresarios industriales puedan ser dirigidos hacia el mismo fin, podría estimular la conformación de una coalición política que se desvíe de las viejas percepciones antagónicas. Mientras tanto, fuera de este núcleo, el desarrollo de un amplio sector, cuya fuerza radique tanto en acuerdos privados entre empleadores y empleados como en la responsabilidad individual, permitiría crear mayores puestos de trabajo formal especialmente vinculados con servicios.

Definitivamente, este camino de largo plazo conlleva grandes exigencias institucionales y educativas, pero el sendero intermedio en tiempos de fuerte polarización nunca resulta sencillo. Al fin y al cabo, el objetivo de la reforma debe romper con las sesgadas percepciones actuales: la falsa idea de que el futuro del país deberá ir de la mano de la total rigidez o la total flexibilización del mercado laboral.