Vasco de Mendiguren expuso en la Escuela de Gobierno 2021

“Aquel 2002 fue tan tenso, pero también tan ‘paridor’, porque ¿qué se discutía… Me gustaría que todo aquello que podamos tratar acá, nos sirva para ver la realidad que hoy estamos viviendo, porque los argentinos tenemos esa característica de repetirnos en los problemas. Lo primero que uno tiene que hacer (yo era presidente de la UIA, a partir del año 2009, final del período de Menem y principio de la Alianza) es ver que nosotros, después de la devaluación brasileña, no dudábamos en que el fin de la convertibilidad había llegado. Para mantenerla había que darle oxígeno a fuerza de endeudamiento, pero ningún número que tuviéramos o proyectáramos daba la posibilidad de que eso pudiera continuar. El golpe de gracia fuera devaluación brasileña. ¿Qué hacia la Argentina? Negaba el problema. Siempre el tema era el déficit fiscal, el déficit de las provincias, no la estructura de un modelo económico que había sido un plan de estabilización cuando Cavallo lo inicia a principios la década de 90 para después transformarlo en un modelo económico”, afirmó a manera de introducción José Ignacio De Mendiguren, en la tercera charla del ciclo “Diálogo y Política”, bajo el título “Diálogo y la experiencia de 2002”, que organiza la Escuela de Gobierno del Instituto IDEAS.

De Mendiguren, “El Vasco” como todos lo llaman, agregó que “de lo que estábamos seguros es que esto terminaba mal o peor. No había otras posibilidades. ¿Qué hacía la Argentina? Emitía monedas, cada provincia tenía su propia moneda (18 llegaron a circular en el país), teníamos tasas en dólares y en pesos exorbitantes, un sistema financiero sin prestamistas de última instancia (en caso de una corrida no había que ni quien pudiera aguantarla). Todo eso con un agravante: además teníamos una economía bimonetaria, es decir que uno iba al banco con presos, pero pedía que se nos depositen en dólares; como si fuese posible hacer esa magia. Y además tenían ´cría´ en dólares, que eran los intereses. Teníamos argendólares. Entonces todos se endeudaban en argendólares, porque la tasa era un poco mejor, y así llegamos al fin del 2001 con un stock de argendólares de 58.000 millones de argendólares y 8.000 de reservas Lo que se puede transpolar para ahora es que hay que tener en claro quiénes son los aliados para llevar a cabo esa misión y entender cuál es el problema fundamental de la Argentina, que lo volvemos a tener”.

El hoy presidente del BICE (Banco de Inversión y Comercio Exterior), volviendo al 2001, enfatizó que “éramos por entonces un grupo de industriales del MIN (Movimiento Industrial Nacional), que veníamos todos del desarrollismo y que dentro de la UIA teníamos una clara diferencia con el MIA (Movimiento Industrial Argentino), ligado más a la economía agropecuaria que a la industria. Por esas grandes diferencias tuvimos que dar el primer debate. Nosotros sabíamos, desde el año 99, que la convertibilidad terminaba. Entonces había que hacer dos cosas: por un lado, saber que el poder económico ya no estaba con nosotros, no era más nacional, porque todas las empresas con rentabilidades concretas habían sido privatizadas y eran los únicos anunciantes en los medios de comunicación… nuestro adversario era muy poderoso. Y por otro lado estaba el pensamiento único de las bondades de una economía de mercado, donde los dos principales precios de la economía (el tipo de cambio y la tasa de interés) estaban fijados por Ley y por el Estado, realmente una locura. ¿Qué pensábamos en aquel momento en este grupo, donde no éramos más de once? Primero que había que hacer todo lo posible para evitar la explosión de la convertibilidad, tratar de trabajar en una salida ordenada. ¿Se podía hacer? Si. Ese fue el gran problema de la Alianza, que llegó prometiendo el uno a uno para toda la vida y sabía que eso lo iba a enterrar. Nosotros entendíamos que debíamos prepararnos para que cuando la convertibilidad explotara hubiera un grupo trabajando en recobrar la confianza mutua entre los sectores sindicales y otros. Había que juntar de este lado a los que estuviéramos sin poder económico, pero sí con representación política. Y así empezamos a trabajar con mucha fuerza”.

Sobre ese trabajo, el militante industrial textil señaló que “para evitar la salida traumática nos inspiramos en un libro de Naomi Klein, una escritora canadiense, que se llama “La doctrina del shock”. Ella explica qué ha pasado en los países que llegan a crisis terribles, terminales, que no están en ningún manual. Dice que esos pueblos, esos ciudadanos, aceptan cosas que en su vida hubieran aceptado si no era esa situación de shock. Pone como ejemplos que no hubiera existido Pinochet sin Allende, o Martínez de Hoz sin La Triple A. Y si uno recuerda, en aquella crisis estábamos nosotros de un lado, tratando de construir un proyecto productivo competitivo, de base nacional, sin nuevos inventos. Y del otro lado todos aquellos que querían sostener lo insostenible, con disparates como la dolarización de la economía. ¿Qué países dolarizaron en el mundo? Panamá, Ecuador, las Islas Marshall, Micronesia. Dolarizar en la Argentina implica renunciar a tener políticas fiscales, monetarias. También nos proponían una banca offshore, lleva los ahorros de los argentinos a Gran Caimán, por ejemplo. O privatizar el Banco Nación, el Banco Provincia, la recaudación. Gracias a Dios todo eso pudo evitarse”.

Se autopreguntó el primer ministro de Producción de la Nación (2002-2003), quien además fue diputado nacional, “¿Cómo se logró constituir este grupo, que estuvimos unidos, juntos, en la explosión?”. Y se respondió a sí mismo, “primero fue el paraguas de la Iglesia, con monseñor Primatesta, desde Córdoba, empezamos a juntarnos. Los sindicatos, la Pastoral Social, sectores del campo, sectores políticos sectores. Nos empezamos a preparar para esa explosión generando confianzas mutuas, generar un conocimiento de haber trabajado juntos. Nos guiaba (y esto podemos trasladarlo a hoy) la convicción de que Argentina tenía una salida de desarrollo espectacular sin los modelos que nos habían impuesto. No olvidemos que desde el año 76 a la explosión del 2001, la Argentina fue el país del mundo que más involucionó en todos los índices de desarrollo, de educación, de salud, de pobreza, de indigencia. Y fíjense qué en ese periodo padecimos la inflación cero de Gelbard que terminó en el Rodrigazo, la tablita de Martínez de Hoz que terminó en el Sigaudazo, después vino el Austral y el Primavera que terminó en la híper y después vino la convertibilidad y explotamos en el 2001. Parecíamos cobayos de laboratorio donde con nosotros se experimentaban cosas que ninguna parte del mundo se hacían.

De Mendiguren, un abogado que también fue presidente de la UIA, recordó que “cuando llega la explosión del 2002, y estuvimos todos juntos, lo primero que dijimos era que había que tener un diagnóstico, entender que tenemos una matriz desequilibrada que le vende al mundo lo que vale poco y le compra al mundo lo que vale mucho. Cada vez que llega una crisis en lugar de atacar el problema, que es la falta de dólares, aparecen dos clubes: el de devaluadores, que dicen todo se arregla devaluando (si fuera tan fácil pongamos dólar a 1.000 pesos y salimos de todas las crisis), y el club de los endeudadores, que dicen que de esto se sale buscando plata para financiar el déficit, otro disparate, el crédito no es ni bueno ni malo, es como el cuchillo, que sirve para comer o para matarte. El tema es para qué lo usas. Si lo usas para remover esa estructura desequilibrada, bienvenido sea, es una inversión. En cambio, si lo tomas para tapar un agujero, lo que estas fabricando es el próximo default. Lo que nuestro grupo tenía en claro era que había que cambiar la matriz productiva, que hay intereses muy claros y muy poderosos que lucran con el subdesarrollo de la Argentina. El mundo le ha asignado a la Argentina ser proveedor de materias primas y recursos naturales; si entras en ese juego, todos contentos. Lo que necesitamos que no compres es el valor agregado. Necesitamos vender fideos no trigo, proteínas no porotos de soja o maíz a granel, o biocombustible. Necesitamos tener una minería que derrame en la Argentina. No nos cabía duda que en la Argentina es impresionante el nivel de negocios que existe. Tenemos la misma cordillera que Chile, con mayor territorio minero; sin embargo, exporta el 10% de lo que exporta Chile en minería. Argentina tiene, además, una clase emprendedora, que es la que nos sacan en 2002, capaz de transformar esa riqueza en valor agregado”.

A manera de síntesis de todo lo expuesto, De Mendiguren comentó: “Si Argentina tiene los negocios, tiene la capacidad de emprendedurismo y además tiene el capital, que es la gran verdad que todos niegan, los argentinos tienen un PBI entero fuera del sistema, y se ha demostrado en la experiencia del 2002, y se lo he dicho el otro día al presidente Fernández, que en el 2002 no hubo nada de magia: primero hubo una decisión política de que acá no se volvía más a un invento económico, de que íbamos a salir hacia una economía normal, con moneda, con un tipo de cambio que flota con intervención y, por sobre todo, un rumbo. Y acá viene lo importante. Ese grupo, que llegó unido, que trabajó unido, hizo un plan económico. Vino al mes de diciembre y Argentina estaba en una lucha concreta entre los dolarizadores y lo que queríamos mantener el peso como valor. Para encarar esta crisis primero había que tomar la decisión política, con una alianza política. En una visión de política con mayúsculas, el peronismo y el radicalismo se unen y dicen de esta salimos juntos. Después cada uno seguirá su camino, pero ahora es clave una alianza política. Ahí estaba la Mesa del Dialogo Argentino, con la Iglesia; Alfonsín y Duhalde que la habían promovido; y para darle cuerpo a esta alianza con la producción había que liberar la energía productiva que estaba aplastada para lograr una salida virtuosa”. 

Y contó algunas anécdotas de aquellos tiempos, que bien podrían repetirse hoy: “Me llama Alfonsín, me cuenta que había renunciado Rodríguez Saa, que al otro día se reunía la Asamblea Legislativa para nombrar a Duhalde presidente y que se iba a crear un gobierno de unidad nacional, se va a anunciar una alianza con la producción, se va a crear el Ministerio de la Producción con mucho poder, por primera vez en la República Argentina, lo necesitamos. Recuerdo que le dije ‘Don Raúl, ¿cómo ve la situación?’. Y me respondió: ‘Mire Mendiguren para enfrentar la peor crisis social, política y económica que recuerda el país, tenemos el menor poder político para hacer. Nos queda un retazo del peronismo de la provincia, un retazo del radicalismo de la provincia, unos náufragos del Frepaso y con esto hay que enfrentar esto’. Era como decir tenemos un bote, con un remo roto, contra un tsunami. Lo miré y le dije. ‘Don Raúl, ¿posibilidades de éxito?’ Se encogió de hombros y me dijo ‘qué se yo… un 7%, un 8%… Y, además, quiero decirle algo: cuando uno abre una compuerta, a los primeros pueblos se los lleva la corriente’. Pero había decisión política, sabíamos que había la capacidad emprendedora y sabíamos que teníamos la plata. Y además sabíamos que la economía no es una ciencia exacta, es una ciencia social. No es lo mismo aplicar un modelo económico a un hindú, a un japonés, a un latino que a un sajón. Hay que conocer a quien le va a aplicar ese modelo”. 

Ya en el Gobierno, hay otras anécdotas que De Mendiguren comenta: “yo era ministro y el día 28 de enero, no habíamos tenido un mes de gobierno Llamé a todos los Ministros de la Producción del interior (léanlo en La Nación de ese mismo día), cuando damos el plan, un plan que veníamos preparando en esos tres años, y les dije que iniciábamos el plan estratégico productivo que ya traíamos en marcha y que decía que el último trimestre del año 2002 íbamos a crecer al 4,5%, que en el año 2003 el crecimiento podría ser del 7% y que íbamos a terminar el año con un superávit fiscal de 10.000 millones de dólares; se terminó con 16.500 millones de dólares. A los pocos días me vino a visitar Guillermo Perry, que era director del Banco Mundial. Argentina era un caos. Tenía 20 millones de dólares para discutir con él. Perry traía en la cabeza que esto era Beirut, había visto las fotos de los caballos arriba de las Madres de Plaza de Mayo, los saqueos, el día de los 35 muertos, la gente martillando los bancos, manifestaciones por todos lados, sólo esperaría que no lo secuestren. Llega, se sienta, y le digo: ¨Yo soy el ministro de la Producción, el Ministro de Economía se llama Remes y está ahí a la vuelta, en Plaza de Mayo. Yo te quiero contar lo que a mí me toca movilizar¨. Y le aclaré que en la Argentina no hubo una guerra ni un terremoto, que hubo un saqueo financiero. Que era un país que apostó a la especulación financiera, nos endeudó al infinito y, como no podía ser de otra manera, explotó. Ahora como no volvió una guerra ni un terremoto, la Argentina productiva, la que yo tengo que movilizar, está intacta. Le conté que el campo manejaba la tecnología más moderna del mundo, la siembra directa, que estaba produciendo su segunda cosecha récord histórica, y no tenía retenciones. Ahora, con el 1 a 1, el resultado fueron 13 millones de hectáreas hipotecadas y 200.000 productores quebrados. La industria instalada era la más moderna de los últimos 50 años, trabajando el 50% de la capacidad instalada. Recuerdo que ese día una chica se había encadenado en un Banco Galicia de Vicente López, estaba la foto en los diarios. Con ese cuadro, le expliqué que los argentinos, fuera del sistema financiero, acá en Argentina, en los colchones y en las cajas de seguridad, tenían 35.000 millones de dólares y afuera un PBI entero. Le hice ver que este país tiene negocios extraordinarios, tiene la capacidad transformadora y tiene la plata. Le dije que nos dejara movilizar esto y esto y que la salida argentina va a ser con el ahorro local. El FMI, en el año 2002, a la Argentina no le prestó un peso; es más, se llevó 6.000 millones de dólares, le dio 30.000 millones a Brasil y 3.000 millones a Uruguay, porque a nosotros nos daban por muertos”.

De Mendiguren volvió a hacerse una pregunta, ¿quién financió ese arranque de la Argentina? Y él mismo la respondió: “los propios argentinos. Y ahora voy al hoy. Lo principal fue haber trabajado, preparado ese momento. Estábamos los empresarios de carne y hueso, los sindicalistas, la Iglesia, la Universidad. Todos juntos trabajando. Y después ponerle el pecho, como dijo Alfonsín. Las balas que me comí, no me tuve que ir del país por casualidad, porque parecía que era el culpable de todos los males de la Argentina. Dimos una pelea importante. El secreto fue recrear los espacios de rentabilidad razonables, a lo largo y a lo ancho del país, porque nadie invierte donde pierde plata y nadie le presta a un tipo que pierde plata. ¿Qué hicimos? Generamos los precios relativos que eran negocio producir en la argentina de vuelta y ahí hubo una avalancha de plata de los propios argentinos. En el año 2002 Argentina generó 16.500 millones de dólares de superávit comercial. Había capacidad, emprendedurismo y ese gobierno de unidad nacional que agarró a bomba en el 2001 en la peor transición de la historia argentina, con 18 moneda, habiendo declarado el peor default de la historia de la humanidad, con 5 presidentes en 10 días, la desactivó y en un año y tres meses entregó al presidente Kirchner un país primero en paz, votando el 80% del padrón (en el 2001 había votado el 40%), creciendo al 7%, con 3% de inflación, ya las cuentas superavitarias. Además, le dejó al gobierno de Kirchner cinco ministros, 38 secretarios de Estado y todo eso sin una sola denuncia ni sospecha de corrupción. Conclusión: ¿que inauguró ese periodo? Primero, nunca más magias. Discutir los temas, como lo permitía Duhalde, escuchar. Hoy Argentina sigue exportando el 85% del trigo que produce a granel a 200 dólares la tonelada. Me canso de decirlo: en harina son 400; en pastas y galletitas 1600-1800. Uno puede convertir una exportación de 3.000 y pico millones en 18.000 millones. Y en vez de estar viendo cómo nos distribuimos los 18.000 millones, nos peleamos por las retenciones o no retenciones sobre 3000. Y esto lo podemos llevar a toda la economía. Hace falta una visión. Esta crisis terminó en la peor explosión al período de crecimiento -yo hablo de la industria- sustentable más largo que yo tenga memoria. Hasta el 2009 crecimos el 110%, con desendeudamiento, con superávit fiscal… y eso tuvo tres patas: tipo de cambio competitivo, baja inflación y superávit gemelos. Luego que pasó, bueno… cuando dicen que fue una década ganada o perdida, para mí fue una década partida. De esos tres principios la inflación se no fue al 30 y pico y rompimos el Indec para no reconocerla; el superávit fiscal del 4% pasó a ser déficit del 4% y el tipo de cambio competitivo se perdió con la inflación. Entonces está muy claro que no era lo mismo, era una cosa totalmente distinta lo que arrancó con lo que terminó. Y que pasó, el péndulo, de un extremo al otro. En vez de corregir lo que se había hecho mal, poder sostener y alimentar lo que se hizo bien, volvimos otra vez a discutir las políticas de los 90”.

A manera de síntesis, dijo: “la Argentina lo supo hacer, pero tiene que haber dialogo. Aquella mesa que fue muy importante, porque se discutía el rumbo, se discutía la acción, después creímos que ya todo estaba ganado, que no hacía más falta que nos uniéramos, nos separamos, yo que fui uno de los promotores de todo ese periodo previo fui muy atacado, aunque era lógico que no nos ataquen por lo que estábamos transformando, y desarmamos ese grupo. Yo soy optimista que esto se puede repetir en el futuro. Creo que de esta situación que estamos hoy hace falta tener una visión. Con aquel grupo cuando arrancamos, dijimos: por este camino Argentina puede, está escrito y desarrollado, doblar sus productos brutos los próximos tres períodos presidenciales, la Argentina puede tener un modelo de crecimiento del salario vuelvo a participar en forma importante de ingreso nacional y esto tiene que hacerse con una política de integración territorial, ocupando el territorio en un modelo macrocefálico, que lo único que hace es concentrar en el 92-95% de la población y en el 2% del territorio. Todo esto está desarrollado, y hoy esto está vigente. Ahora tendrá que haber un acuerdo político. Ya pasó, ya hubo un acuerdo. Creo que los actores sociales no tenemos aquel grupo productivo, junto con sindicalistas que estábamos trabajando juntos, pero con papeles concretos, no con ‘reunionitis’, como nos gustan a los argentinos. Hacemos reuniones y no sabemos para qué, entonces nos levantamos y nos vamos. Y le entregamos el rumbo del país a los economistas. Los economistas deben ponerle los números a un proyecto claro que tiene que tener uno. Y desde ese proyecto discutir la inserción en el mundo, la reforma tributaria, el plan de infraestructura, si buscamos vender poroto de soja o biocombustible, si vender el gas de Vaca Muerta o tener el polo petroquímico más importante del hemisferio. Soy optimista, no ‘óptimudo’, porque estoy seguro que en la crisis va a tener que haber un acuerdo político, y acá viene un montón de dirigencia joven, de los dos lados, Rodríguez Larreta, Ritondo, María Eugenia, Sergio Massa, Wado De Pedro, muchos chicos de La Cámpora que son una realidad, y ellos, que tienen futuro, para mí tienen que sentarse como hicieron Alfonsín y Duhalde, para la salida, después agárrense si quieren, pero para salir tiene que haber un acuerdo político para garantizar que la macro permita espacios de rentabilidad e ir por la plata de los argentinos que todavía duerme acá. Esto se hizo, la Argentina tiene esta posibilidad y se los cuenta uno de los que lo hicieron. Por supuesto que nada es igual, hay matices, pero el rumbo este gobierno también lo tomó y ante la crisis terrible, la bomba atómica que cayó el año pasado, yo como industrial asistí al mayor rescate que tenga memoria del sector público sobre la industria. Por supuesto que la crisis era terrible, hasta nos llegaron a pagar los sueldos. Así que espero que esta decisión política se pueda mantener, que con las diferencias que tiene que haber entre la oposición y el oficialismo miremos aquí el ejemplo de Alfonsín y Duhalde, que dijeron después nos separamos, pero de acá salimos juntos. Y si eso se hace, yo creo que la salida de Argentina está garantizada”.